Do you really care who I am?

I often remind people that as a Puerto Rican my story is one of migration not immigration. In spite of my island’s enslaved colonized reality, its inhabitants are still American citizens. However, after arriving to the United States mainland some nine years ago I quickly learned two things:

First, regardless of the blue passport that I possess, for the Empire and its minions I will be treated no differently than those ‘illegals’ from across the border; the fact that I speak Spanish, listen to my music a little too loudly, and enjoy a good plate of arroz con habichuelas, somehow makes me part of a dangerous group of “bad hombres,” drug dealers, rapists, and MS-13 members that invaded this country. And like them, I too should just go back to where I came from.

Second, I learned that many well-intentioned progressive, mainly white church goers automatically assumed that my Latinidad made me an expert in all things Latinx, including immigration and particularly what it means to be an underdocumented person in this country. Somehow being Latinx was synonymous to understanding what it means to live in the shadows of the racist and broken immigration system of the United States. However, the truth is, I don’t and will probably never fully understand the reality of what it means to live in this country without “papeles.”

Regarding the first, as a follower of the Jesus Movement, I am constantly reminded of the words of Dr. King, “A threat to justice anywhere is a threat to justice everywhere.” Therefore, over these last years I have had to take the time to listen to other people’s stories. I’ve had to open my ears, heart, and mind to the stories of my under-documented siblings. I’ve had to listen to the realities of their pain and despair.  The nightmares they faced crossing the devil’s desert abode at the hands of “coyotes,” stories of being raped along the way, of suddenly crossing the border just to live a vanquished and invisible existence in a country where they are simply seen as nothing more than just ‘illegals’  who have come to steal the jobs that “hard working Americans” claim as their own, but we all know they have never really wanted. The process wasn’t easy, there was much to learn, but as a result today I am able to stand as a proud ally in solidarity with the immigrant community, I stand as a fierce and unapologetic advocate for immigration justice and reform.

However, one of my biggest challenges has been regarding the second reality I learned. I’m not sure how else to describe it other than exhausting. It’s been the task of finding ways of getting the liberal, predominantly white church to understand its complicity in not engaging the fullness of the Latinx narrative. At times I have felt that they have no interest in the full narrative; immigration is a sexy issue that will never directly touch them or theirs. They may be experts in theory, but they will never be in lived experience. And this is something I too had to learn; I am NOT, nor will I ever truly be an expert on immigration because I have not lived in those shoes. However, the reality is that the Latinx community is not monolithic and we face many other challenges and issues of marginalization and oppression; some of which I myself have experienced; issues around sexuality and gender identity, racism and colorism, economic injustice, and health disparities, just to name a few. Far too many of these issues are too easily left untouched, even by nuestra propia gente.

However, it seems, at least for this Latinx minister, that I am often only invited to preach, facilitate, and share with congregations when it concerns immigration and immigrant justice. Why does the church, in the midst of its white fragility and its trying too hard to save the whole world from its own destruction, assume that just because I am a Latinx Person of Color that immigration is my story to tell, when in fact it’s not my story at all.

Yes, I admire and support the zeal with which many within our church’s stand on the side of immigrant justice. However, may we never do so forsaking or ignoring the vastness of the diasporic Latinx identity, which is both deeply beautiful and complex at the same time. As we fight and stand together on any issue of justice, may we do so always reminded of  the words of prophet Audre Lorde, “There is no such thing as a single-issue struggle because we do not live single-issue lives.”

Rev. Chaim (CJ) Rodriguez is a proud queer Puerto Rican ordained minister in the Christian Church (Disciples of Christ). He currently serves as the Pastor of Iglesia Cristiana Nacional (Discípulos de Cristo) and is currently pursuing a Doctor of Ministry degree with an emphasis in Hispanic/Latinx Theology and Ministry at Barry University.    

 

¿En realidad te importa quién soy?
Revdo. Chaim (CJ) Rodríguez

Frecuentemente le recuerdo a personas que como Puertorriqueño mi historia es una de migración en lugar de inmigración; por qué aunque nuestra isla sufre la realidad de la esclavitud a la colonia, somos ciudadanos Estadounidenses. Sin embargo, después de llegar a los Estados Unidos hace unos nueve años, rápidamente aprendí dos cosas:

Primero, independiente del pasaporte azul con el cual cargo, para el imperio estadounidense y sus secuaces, soy como cualquier otro de esos ‘ilegales’ del otro lado de la frontera. El hecho de que hablo español, escucho mi música un poquito más alto, y disfruto al máximo un buen plato de arroz y habichuelas, de alguna manera me hace parte de un grupo de “hombres malos,” narcotraficantes, violadores, y miembros de la MS-13 que hemos invadido a este país. Por tanto, tal como ellos yo debo regresar de donde vine. 

Segundo, muchos norteamericanos, especialmente los de sabor liberal y piel blanca, automáticamente asumen que mi Latinidad me hace un experto en todas las cosas Latin@ como lo que significa ser indocumentado. Por lo tanto, esto incluye un entendimiento de lo que significa vivir en la sombra del sistema de inmigración roto y racistas en este país. Sin embargo, la verdad del asunto es que probablemente nunca entenderé la realidad de lo que significa vivir sin “papeles” en estos Estados Unidos.

Como cristiano no puedo olvidar las palabras del Dr. King, “una amenaza a la justicia en cualquier lugar es una amenaza a la justicia en todas partes”. Por lo tanto, en los años me he dado la tarea de escuchar; escuchando las historias de los inmigrantes menos documentados, su dolor, los horrores de la travesía morada desierto del diablo a manos de “coyotes,” de ser violados en el camino, de repente cruzan la frontera para vivir una existencia invisible y vencida en un país donde se ven como nada más que un ‘ilegal’ que ha venido a robar los puestos de trabajo que “los americanos de trabajo duro” reclaman como suyo pero no quieren. El proceso no fue fácil, había mucho para aprender, pero como resultado, hoy puedo parar junto a la comunidad inmigrante como un aliado orgulloso y abogar sin ningún tipo de remordimiento para la justicia de los inmigrantes y para una reforma migratoria justa y equitativa. 

Sin embargo, unas de mis retos más grandes ha sido con la segunda realidad que aprendí cuando llegué a este país. Si lo tengo que describir en una sola palabra, sería agotador.  Ha sido la tarea de bregar con la “iglesia progresista, liberal, y predominantemente blanca” y hacerles entender su complicidad en no comprometer la narrativa Latin@, y hay veces cuando es obvio que no lo quieren hacer. La inmigración es un asunto de justicia “sexy” que nunca tocará a ellos ni los suyos.  Puede ser que en teoría son expertos, pero nunca tendrán la misma experiencia de vida. Y esto fue algo que tuve que también aprender. No soy, y jamás seré un experto en el tema de la inmigración porque nunca he vivido en dichos zapatos. Sin embargo, la realidad es que la comunidad Latin@ no es monolítica y enfrentamos una multitud de retos y problemas de marginalización y opresión que no tienen que ver con el estatus migratorio; algunos de ellos he experimentado de manera personal. Retos en torno a la identidad, la sexualidad y género, el racismo y colorismo, injusticia económica, las desigualdades en salud y la lista puede continuar. Demasiadas veces estos asuntos se deja sin tocar, hasta por nuestra propia gente.

Por lo tanto, hago la pregunta, ¿por qué me invitan a predicar, facilitar y compartir con las congregaciones cuando se trata de inmigración y justicia para inmigrantes? ¿Por qué la iglesia, en medio de su fragilidad blanca queriendo salvar al mundo entero de su propia destrucción, asume que sólo porque soy una persona Latin@ que mi historia es la de inmigración, cuando en realidad ni siquiera es parte de mi propia historia?

Sí, admiro y apoyo el celo con que muchos dentro de nuestras iglesias están parados para justicia para inmigrantes. Sin embargo, no podemos hacerlo ignorando el resto de la realidad hermosa y compleja que es la identidad Latin@, especialmente en el contexto de los Estados Unidos. ¿Cómo luchar y unirnos para la justicia? podemos hacerlo Recordando las palabras de la Profeta Audre Lorde, “No existe una lucha monotemática porque no vivimos vidas monotemáticas.”

Rev. Chaim (CJ) Rodríguez es orgullosamente un pastor Puertorriqueño queer (miembro de la comunidad LGBTQI) que fue ordenado ministro de la palabra por la denominación Discípulos de Cristo. En el presente el Rev. Rodríguez es el pastor de la Iglesia Cristiana Nacional (Discípulos de Cristo), y también está estudiando un doctorado con énfasis en Teología Hispana/Latinx en la Universidad de Barry.

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